Contemplando la obra pictórica,
LA RA TONTA DEL BOTE,
me transporto al desván mágico de mi infancia.
Libros polvorientos, baúles antiguos
llenos de recuerdos, objetos viejos,
maderas carcomidas por el paso del tiempo,
y arañas tejedoras de laberintos infinitos.
Y, cómo no, no podían faltar,
pequeños ratoncitos roedores
moviéndose de un lado para otro,
jugando al escondite y buscando algo para comer.
Recuerdo con profunda nostalgia
a Doña Lechuza y Don Buho,
siempre vigilantes y misteriosos.
De repente, mi mirada se pierde a través
de la pequeña ventana del viejo desván,
y contemplo, invadida por la melancolía,
las tierras lejanas de mis antepasados.
Recuerdo que siempre aparecía un gato
que me observaba, como un guardián del bosque.
¡Cuánto me gustaba subir al desván!
Abrir los baúles y ponerme la ropa de mi abuela
y jugar a hacer teatro,
imaginando qué sería de mayor.
Los desvanes siempre serán
el mejor refugio para escondernos del mundo.
Nos invitan a soñar,
guardan secretos, tesoros
y la magia de otros mundos.
¿Será LA RA TONTA DEL BOTE descendiente
de aquellos ratoncitos diminutos
que vivían en el desván mágico
de mi infancia?
¡Qué misterio son los desvanes!
Ana Vega