El tiempo pasará deprisa,
como pasan los años por nuestros huesos
hasta que se sientan torpes
y caigan con nuestras fuerzas.
Llegará el día en que nada nos quede
y saldremos a pasear la vejez
buscando miradas que en nosotros se fijen,
como el pobre extiende su mano
para pedir limosna.
Esas miradas se ocultarán para no ver
esos rostros llenos de senderos de tiempo,
de profunda ingratitud,
de vidas acabadas que ya no brotan nada
más que consejos de fracasos,
que nos ayuden a vencer obstáculos.
Son maestros del tiempo,
de la vida, de los años,
de vivencias y de fracasos.
ANA VEGA