A Ana Vega:
Tengo en mis manos, y me pesan,
tus versos doloridos:
gritos al aire, preguntas
desgarradas al silencio.
Lágrimas azules decorando
la extensión amarga de tus soledades.
No quiero finales imposibles
para la magia de tu corazón de poeta.
No quiero ya lamentos
por la niñez perdida en las zozobras del desamor
que marchitaron las puestas de sol
de tus ojos morenos.
Es tiempo ya de espigas y cosechas
de sonrisas sin horizontes,
como una nueva primavera abierta
a todos los futuros,
tuyos.
Santiago Izquierdo